miércoles, 25 de julio de 2012

Santiago Apóstol




El apóstol Santiago, primer apóstol mártir, viajó desde Jerusalén hasta Cádiz (España). Sus predicaciones no fueron bien recibidas, por lo que se trasladó posteriormente a Zaragoza. Aquí se convirtieron muchos habitantes de la zona. Estuvo predicando también en Granada, ciudad en la que fue hecho prisionero junto con todos sus discípulos y convertidos. Santiago llamó en su ayuda a la Virgen María, que entonces vivía aún en Jerusalén, rogándole lo ayudase. La Virgen le concedió el favor de liberarlo y le pidió que se trasladara a Galicia a predicar la fe, y que luego volviese a Zaragoza.

Santiago cumplió su misión en Galicia y regresó a Zaragoza, donde corrió muchos peligros. Una noche, el apóstol estuvo rezando intensamente con algunos discípulos junto al río Ebro, cerca de los muros de la ciudad, pidiendo luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto, se vio venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinado.

Sobre la columna, se le apareció la Virgen María. Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, y recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. María le indicó que, una vez terminada la iglesia, debía volver a Jerusalén. Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la aparición. En el lugar de la aparición, se levantó lo que hoy es la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un lugar de peregrinación famoso en el mundo entero que no fue destruido en la guerra civil española (1936-1939), puesto que las bombas que se lanzaron no explotaron, pudiéndose hoy en día verse expuestas en el interior de la Basílica.

Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado. En este viaje visitó a María en Éfeso. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue hecho prisionero.

Fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad. Durante el recorrido, estuvo predicando y aún fue capaz de convertir a algunas personas. Cuando le ataron las manos, dijo: "Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua". Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: "Ven tú hacia mí y dame tu mano". El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.

Josías, la persona que había entregado a Santiago, fue corriendo hacia él para implorar su perdón. Este hombre se convirtió a Cristo. Santiago le preguntó si deseaba ser bautizado. Él dijo que sí, por lo que el apóstol lo abrazó y le dijo: "Tú serás bautizado en tu propia sangre". Y así se cumplió más adelante, siendo Josías asesinado posteriormente por su fe.

En otro tramo del recorrido, una mujer se acercó a Santiago con su hijo ciego para alcanzar de él la curación para su hijo, obteniéndola de inmediato.

Una vez llegado al Monte Calvario, el mismo lugar donde años antes fue crucificado nuestro Señor, Santiago fue atado a unas piedras. Le vendaron los ojos y le decapitaron.

El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, lo llevaron a Galicia (España) algunos discípulos.

En siglos posteriores y hasta el momento actual, numerosos fieles, principalmente de Europa, recorren parcialmente el "Camino de Santiago" que les conduce a la tumba del Santo, con el fin de pedir perdón por sus pecados.

Sus restos permanecen en la bella catedral dedicada en su nombre en Compostela, España

domingo, 22 de julio de 2012

Santa María Magdalena




Su nombre era María, que significa "preferida por Dios", y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.
Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que perdonasen los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia nos recuerda hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del Salvador con los que se duelen de sus pasados extravíos.

María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor.  “No te acerques a mí, porque estoy puro”, le dirían los soberbios; pero el Señor, al contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, “acoge bondadoso la ofrenda de sus servicios”, y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real. La contrición transforma su amor. “Por haber amado mucho, se le perdonan muchos pecados”. Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama por su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su Resurrección.

 A imitación de la gran Santa María Magdalena, vengamos en espíritu de amor y de compunción, a ofrecer a Jesús, presente en la santa Misa, el tesoro de nuestras alabanzas. Hagámosle compañía, como las dos hermanas Marta y María; adornemos su altar, con ese recio espíritu de fe que no teme el escándalo farisaico, con todo el esplendor que conviene a la casa de Dios. Imitémosla sobre todo en su acendrado amor a Jesús, seguros de que haciéndolo así, lograremos la remisión entera de nuestras pasadas culpas, elevándonos, desde el fondo de nuestra miseria a la cima de la santidad. Al que busca a Dios con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos tesoros.  

Cuatro menciones en los Evangelios:


1) Los siete demonios. Lo primero que dice el Evangelio acerca de esta mujer, es que Jesús sacó de ella siete demonios (Lc. 8,2), lo cual es un favor grandísimo, porque una persona poseída por siete espíritus inmundos tiene que haber sido impresionantemente infeliz. Esta gran liberación obrada por Jesús debió dejar en Magdalena una gratitud profundísima.

Nuestro Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un mal espíritu, este se va y consigue otros siete espíritus peores que él y la atacan y así su segundo estado llega a ser peor que el primero (Lc. 11,24). Eso le pudo suceder a Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo alejó de su alma estos molestos espíritus.


A nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a nuestra alma la atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la avaricia, la ira, la gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás varios más. ¿Quién puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por día? ¿Habrá alguien que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza no le ha atacado y no le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de los demás.

Pero hay una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos cuando veían o escuchaban a Jesús empezaban a temblar y salían huyendo. ¿Por qué no pedirle frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra alma todo mal espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere seguirlo haciendo cada día en favor de todos nosotros.

2) Se dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que hizo la Magdalena. Ya que Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos espíritus, ella se dedicó a hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al grupo de las santas mujeres que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana, Susana y otras). San Lucas cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por Jesús de malos espíritus o de enfermedades y que se dedicaban a servirle con sus bienes (Lc. 8,3). Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban a los niños mientras los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar niños, ancianos y mujeres, etc.

3) Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es para decir que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de hombres amigos junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se atrevieron a aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un condenado a muerte. El único que estuvo junto a Él fue Juan. En cambio las mujeres se mostraron mucho más valerosas en esa hora trágica y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.

San Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn. 19, 25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las imágenes religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena junto a María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como un detalle de gratitud a Jesús.

4) Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían sido pecadoras pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y corregimos logremos volver a ser buenos amigos de Cristo.

Santa Magdalena en la biblia.

Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan lo narra de la siguiente manera:

"Estaba María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro y vio dos ángeles donde había estado Jesús. Ellos le dicen: - ¿Mujer, por qué lloras? - Ella les responde: - Porque se han llevado a mi Señor, y no sé donde lo han puesto.

Dicho esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era Jesús.
Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.

Jesús le dice: '¡María!'

Ella lo reconoce y le dice: '¡Oh Maestro!' (Y se lanzó a besarle los pies).
Le dijo Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: 'Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a vuestro Dios'.

Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al Señor, y me ha dicho esto y esto." (Jn. 27, 11).

Esta mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la resurrección de Jesús.

lunes, 16 de julio de 2012

Nuestra Señora del Monte Carmelo


HISTORIA
En las palabras de Benedicto XVI, 15, VII, 06:
"El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías y su discípulo Eliseo, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein).
Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios.
Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó feliz mente a la santa montaña» y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor.

EL ESCAPULARIO CARMELITA
El escapulario es un sacramental
Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.
El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos disponen al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.
Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.
Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. El escapulario es uno de los más importantes sacramentales marianos.
Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
El color marrón representa el monte Carmelo, la cruz en la época de la reforma, representa el misterio pascual de Jesucristo. En el centro se encuentra una estrella que representa a la virgen María y otras dos a los costados que representan a Elías y Eliseo en la parte superior se encuentran 12 estrellas que simbolizan los doce favores que la virgen concedió a la orden.

La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.
En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:
"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"
Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida más comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.
La Santísima Virgen se apareció al Papa Juan XXII en el siglo XIV y le prometió para quienes cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, (...) sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza".

El escapulario tiene 3 significados

1.   El amor y la protección maternal de María:
El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.
Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.

Vemos en la Biblia:
·         Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)
·         Jonatán le dio su manto a David: símbolo de amistad
·         Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.
·         S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.

2.   Pertenencia a María:
Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.
Consagración: 'pertenecer a María' es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.
·         En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos"
En las palabras del Papa vemos mas vez mas devoción a la Virgen del Carmen es devoción a la Inmaculada.
Quien lleve el escapulario debe estar consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras.
3.   El suave yugo de Cristo:
 "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)
-El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.
Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.


El Privilegio Sabatino: (sábado)
 Este privilegio es una promesa de la Virgen que consiste en la liberación del purgatorio el primer sábado (día que la Iglesia ha dedicado a la Virgen) después de la muerte por medio de una intercesión especial de la Virgen
Se originó en una bula o edicto que fue proclamado por el Papa Juan XXII en marzo 3, 1322 como resultado de una aparición que tuvo de la Virgen en la que prometió para aquellos que cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia, con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza".


Condiciones para que se aplique este privilegio.

1)     Usar el escapulario con fidelidad.
2)     Observar castidad de acuerdo al estado de vida.
3)     Rezo del oficio de la Virgen (oraciones y lecturas en honor a la Virgen) o rezar diariamente 5 décadas del rosario.
El Papa Pablo V confirmó en una proclamación oficial que se podía enseñar acerca del privilegio sabatino a todos los creyentes.

martes, 3 de julio de 2012

Santo Tomás Apóstol


Santo Tomás era judío, y probablemente galileo humilde pescador de oficio. Tuvo la felicidad de seguir a Cristo que lo hizo apóstol en el año 31.
Tomás es conocido entre los demás apóstoles por su incredulidad, que se desvaneció en presencia de Cristo resucitado; él proclamó la fe pascual de la Iglesia con estas palabras: «¡Señor mío y Dios mío!» Nada sabemos con certeza acerca de su vida, aparte de los indicios que nos suministra el Evangelio. Se dice que evangelizó la India.
No podemos olvidar que el respondió a favor de Jesús, dispuesto a ir a Jerusalén a pesar de saber que los Fariseos planeaban su muerte. Santo Tomás dijo: "Vamos también nosotros para morir con él". Así de ardiente era el amor de este discípulo por su maestro, aún antes del descenso del Espíritu Santo.
Siendo uno de los doce Apóstoles escogidos por Jesús (cf. Mt 3,10) es recordado por muchos porque no aceptó el testimonio de sus compañeros sobre la visita que recibieron de Jesús resucitado.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» (Juan 20,24)
Tomás, como muchos hoy, pensó que lo que decían era producto de histeria.  Ellos habían caído, pensaba, en creer a las mujeres. Y cuanto mas ellos insistían, más el lo negaba, haciéndose ver como el mas "equilibrado" y "sensato" entre ellos.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»  Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» (Juan 20,26-27)
La respuesta de Juan es una poderosa profesión de fe en la divinidad, la cual repetimos antes de comulgar:
Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» (Juan 20,28)
Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» (Juan 20,29)
Debemos reconocer que, como Sto. Tomás, todos hemos pecado. Nos cuesta aceptar que Jesús es Dios que ha venido a la tierra. Pero Tomás se humilló y reconoció al Señor.  Mas tarde dio su vida muriendo mártir por El.   Por eso es tan buen ejemplo para nosotros.
Ya durante la vida terrena de Jesús, Sto. Tomás había dado ejemplo a los otros, haciéndose disponible y dándoles ánimos en momentos difíciles:
Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.» Juan 11:16
Recordamos también que fue una pregunta de Sto. Tomás la que dio lugar a que Jesús se revelase como Camino, Verdad y Vida:
Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. (Juan 14,5-6)
Después de la venida del Espíritu Santo, San Tomás comisionó a Tadeo para que bautizara e instruyese a Abgar, rey de Edessa. Según Eusebio este rey escribió a Jesús invitándolo a visitar su reino y ser curado de una enfermedad que le afligía. Cristo en respuesta le dijo que debía cumplir con la tarea para la que fue enviado y después regresar a Aquel que lo había enviado , pero que después de su ascensión el enviaría a uno de sus discípulos a sanarlo y dar vida a el y su familia. Esta promesa de nuestro Señor fue cumplida por Santo Tomás, quien envió a Tadeo, no solamente a sanar a este rey sino también para plantar la semilla de la fe en esta nación.
Se sabe que en su labor apostólica, Santo Tomás, predicó en Persia y sus alrededores, se menciona también India y Etiopía.
Se cree que Santo Tomás sufrió el martirio en la costa de Coromandel, India, donde su cuerpo fue descubierto, con ciertas marcas de que fue muerto con lanzas y ese tipo de muerte es tradición en los países del Este. Se sabe que su cuerpo fue trasladado a Edessa, donde fue enterrado en los grandes sepulcros donde también se hallaban San Pedro, San Pablo y San Juan.
Los apóstoles eran malos y condenado a los ojos del mundo, ninguno recomendable por su nacimiento, riqueza, amigos o habilidades. Y aunque estaban completamente destituídos de cualquier virtud por la que los hombres pagan altos precios, fueron escogidos por Cristo, hechos sus amigos, alcanzando la plenitud con sus gracias y santa caridad, y exaltados en su dignidad espiritual de príncipes de su reino y jueces de este mundo.