Insigne Propagador de Nuestra Orden
Sacerdote O.S.M.
Felipe
nació en Florencia a principios del siglo XIII. Ingresó en la Orden de los
Siervos como hermano lego y, poco después, al descubrirse su sabiduría, fue
ordenado sacerdote. En 1267 fue elegido Prior general, y ocupó ese cargo casi
hasta la muerte. Gobernó la Orden con suma prudencia, la fortaleció con sabias
leyes, y ante el inminente peligro de su extinción, la defendió con santa
tenacidad. Ilustró a la Orden de los Siervos de María con la fama de sus
virtudes y recibió en ella a muchos frailes que, como él destacaron por una
vida evangélica y de fiel servicio a nuestra Señora. Con razón se le considera
"Padre de la Orden". Murió en Todi el año 1285. El papa Clemente X lo
canonizó en el 1671.
Del
Oficio de lectura
Una
luz sobre el candelero de la Orden
Lo
que sabemos de san Felipe Benicio lo debemos en gran parte a la Leyenda sobre
el origen de la Orden y a la Leyenda de san Felipe, ambas escritos poco después
del año 1317. Los historiadores de la Orden, aunque reconocen que en ellas
figuran algunas “florecillas” del género hagiográfico, con todo otorgan a los
dos escritos una especial autoridad, ya que nos trasmiten el testimonio ocular
de los contemporáneos del Santo.
Felipe,
de la familia de los Benizi, nació en Florencia a principios del siglo XIII,
casi en el mismo tiempo en el que nacía la Orden de los Siervos de María. En su
juventud se dedicó al estudio de la medicina y a la vez de las ciencias
sagradas. Tanto ardía de amor a Dios que guardaba con esmero sus mandamientos,
dominaba las pasiones, socorría a los pobres y se entregaba a la oración,
principalmente a la recitación diaria del Oficio de la santísima Virgen.
Hastiado de los goces de este mundo y con el vivo deseo de servir a Dios, el jueves
de la octava de Pascua, mientras se hallaba en la iglesia de los Siervos de
Florencia, oyó aquellas palabras de los Hechos de los Apóstoles que se leían en
la liturgia del día: El Espíritu dijo a Felipe: “Adelántate y únete a esa
carroza” (Hch 8, 29). Considerando que estas palaras iban dirigidas a él,
determinó subirse a la carroza de la gloriosa Virgen ingresando en la Orden de
sus Siervos, y obtuvo de fray Bonfilio, prior del convento de Florencia, ser
admitido como fraile lego, a causa de su humildad. Pero quiso el Altísimo que,
al ser descubierta su preparación cultural, recibiera, por obediencia, la
ordenación sacerdotal.
El
año 1267, estando reunido el capítulo en Florencia, fray Maneto renunció al
cargo de Prior general, y en su lugar fue elegido san Felipe. Aunque el Santo
se resistía a continuar, fue confirmado en el generalato a lo largo de
dieciocho años, casi hasta su muerte. Como buen pastor y fiel siervo de María,
gobernó sabiamente a la Orden de nuestra Señora y la hizo célebre con la fama
de su santidad. Visitó con solicitud paternal los conventos de la Orden a pesar
de que debía emprender penosos viajes. Estando en Arezzo, ciudad devastada por
la guerra y la carestía, invocó a la santísima Virgen, Madre de sus Siervos, a
favor de los frailes de aquel convento que se encontraban en necesidad;
inopinadamente, en la puerta del convento fue hallada un cesto de pan con el
que san Felipe abasteció a sus hermanos. Compiló, completó y promulgó las
Constituciones emanadas por los capítulos anteriores. Cuando la Orden estaba
destinada a la extinción por un decreto del segundo Concilio de Lion, san
Felipe, con la asesoría de expertos y la colaboración de fray Lotaringo,
defendió ante la Curia romana, con habilidad, la supervivencia de la Orden, y preparó
el camino para su aprobación definitiva. Por todos estos motivos san Felipe es
considerado con toda razón “Padre de la Orden.”.
Como
buen imitador de los Apóstoles, trabajo con afán en la difusión de la palabra
de Dios y en apaciguar las discordias civiles; logró que muchos pasaran del
apego al mundo a una sincera vida cristiana, y a no pocos los levantó consigo
hasta las cimas de la santidad. Curó a un leproso por el simple hecho de
cubrirlo con su capa: por eso algunos cardenales, estando vacante la Sede
Apostólica, impresionados por tal prodigio, lo señalaron como candidato al sumo
pontificado. En la ciudad de Todi, el Santo logró con paternales amonestaciones
y socorriéndolas con una suma de dinero, que dos prostitutas se abstuvieran,
por amor de la Virgen Madre, de seguir pecando; después de que, contra toda
esperanza, el Espíritu Santo las convirtiera, él las guió por el camino de la
santidad.
En
Todi, el año 1285, el día de la octava de la Asunción, habiendo recibido los
santos sacramentos y confortado con la llegada del beato Ubaldo de
BorgoSansepolcro, después de exhortar a los frailes a la caridad, san Felipe
murió abrazando el crucifijo, el libro viviente, del cual había aprendido el
camino de la santidad. Su cuerpo, después de varios traslados, se venera
actualmente en la iglesia de santa María de las Gracias de Todi. Fue canonizado
por el papa Clemente X en el años 1671.