Con María, adoramos a Cristo resucitado.
La resurrección es la síntesis y la apoteosis de la vida de Cristo. Su trayectoria ha sido una marcha de heroísmo en el amor-obediencia al Padre. Su Pasión y Muerte es una victimación de amor consumado. Su Resurrección es el triunfo definitivo del amor sobre el pecado y la muerte.
María conoce como Madre el misterio que encierra la Pasión de su Hijo y el triunfo de la Resurrección. Por eso, Ella participa como nadie del gozo de la Resurrección del Hijo y se alegra del triunfo del Hijo.
Con María, contemplamos y adoramos a Cristo resucitado. Que Ella nos haga partícipes de su amor-adoración: “Señor mío y Dios mío”.
Cristo resucitado se aparece a su Madre.
Los Evangelios no narran la aparición de Cristo resucitado a su Madre. Pensamos que es algo que pertenece a la intimidad del Hijo con la Madre. Si el Resucitado se aparece a las mujeres y a los apóstoles, es lógico que la primera persona en ver a Cristo Resucitado sea su Madre.
Cristo resucitado da las gracias a María porque aceptó ser su Madre, por el sí sostenido desde la Anunciación hasta el Calvario, por su cooperación a la obra redentora desde Belén hasta la muerte, por su entrega generosa, valiente y gozosa con sabor de Magnificat. Gracias, Madre, decimos también nosotros.
María adora al Hijo resucitado con un gozo indescriptible. Besa sus llagas gloriosas, señales luminosas de la Pasión. Agradece la obediencia del Hijo hasta la muerte. Da gracias al Padre que la ha escogido para ser Madre de Dios y la ha llenado de gracias. Da gracias al Hijo que la asocia a la Redención como Corredentora. Da gracias al Espíritu Santo que la cubre con el don de la maternidad virginal.
María ocupa un lugar privilegiado e íntimo en la primacía del conocimiento de la Resurrección. Cristo es su Hijo. María lo ha concebido y ha dado a luz virginalmente. Cristo realiza el primer milagro a petición de su Madre y la Virgen Madre ocupa un lugar privilegiado en el Calvario.
La Madre del Resucitado nos sigue transmitiendo su mensaje: "Haced lo que Él os diga" (Jo.2, 5). Continúa pidiendo obediencia y fidelidad a Cristo en la Iglesia. También nos dice: no temáis: soy vuestra Madre y una madre nunca abandona a sus hijos. Y, María asunta al Cielo no cesa de interceder por nosotros. (L.G.62).
El triunfo de Cristo resucitado.
María nos invita a pensar que la Resurrección de su Hijos es el triunfo del Amor misericordioso. Es, por lo tanto, el triunfo sobre el pecado que nos devuelve la vida sobrenatural. Es el triunfo sobre cada uno de nosotros que pasamos de la muerte a la vida. Se ha cumplido el plan de salvación: gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
María nos enseña cómo la Resurrección de Cristo confirma nuestra fe porque Cristo ha cumplido su palabra. Apoya nuestra esperanza porque Cristo no defrauda. Y confirma la caridad porque Cristo nos ama como nadie puede amarnos.
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