martes, 19 de junio de 2012

Santa Juliana Falconieri



Respecto a Santa Juliana decir que sobre su vida tenemos poca referencia, destacar de ella no solo que vivió o convivió con los inicios de nuestra orden, sino que con el correr del tiempo fue reconocido como “fundador de la rama femenina de la orden”.

Fray Pablo Attavanti (s. XV), recogió las tradiciones orales acerca de la vida de la Santa Florentina. En ellos se narra que Juliana, siendo una joven de quince años, oyó a San Alejo que predicaba sobre el juicio final, y se inflamó de tal manera en el deseo de los bienes celestiales, que se entregó de lleno a la contemplación y al seguimiento de Cristo.

Así pues, comenzó a frecuentar la incipiente familia de los Siervos y quedó tan hondamente admirada de su estilo de vida evangélico, que no dejó de implorara a la Reina del cielo y a sus padres hasta que logró vestir el hábito de los Siervos. En compañía de otras jóvenes y piadosas mujeres que, incitadas por el mismo ideal de penitencia y caridad, buscaban una vida de mayor perfección, acudía habitualmente a la Iglesia de los Siervos de Cafaggio, la futura basílica de la Anunciación, que se levantaba junto a las puertas de la ciudad; allí participaba en los divinos oficios, cantaba las alabanzas de la Virgen María y servía a todos los hermanos, especialmente a los pobres. Juliana fue un excelente modelo para sus compañeras que deseaban seguir más cerca a Cristo, bajo la protección de la Virgen, por lo cual llegó a ser considerada como “iniciadora de las monjas y hermanas Siervas de María”, como leemos en el mencionado Cuaresmario.

Dio pruebas de ser fiel discípula de Jesús y de la Virgen, consiguiendo la victoria en su lucha contra el mundo, el demonio y la carne y, aunque era una delicada doncella, la firmeza de su virtud resplandeció ante la mirada de todos. Su santidad se hizo patente a través de signos prodigiosos, especialmente en la hora de su muerte. En efecto, cuando Juliana yacía extenuada a causa de los cilicios, vigilias, oraciones y ayunos, su estómago no podía retener alimento alguno; ella, en la imposibilidad de recibir el Viático, pese a que lo deseaba ardientemente, pidió con insistencia que le pusieran sobre el pecho el Santísimo Sacramento.

Juliana obtuvo la dicha de ese consuelo, y luego expiró dulcemente. Según una piadosa tradición, la hostia consagrada desapareció de su pecho, como si hubiese penetrado milagrosamente en el cuerpo de Juliana. Sus restos reposan en la Basílica de la Anunciación de Florencia. Fue canonizada por el Papa Clemente XII, en el año 1737.

Su principal carisma aparte de su piedad mariana era su amor a la Eucaristía, ella por su fe fue enriquecida del generoso fruto de María, Cristo, Santa Juliana cual virgen sensata preparo su lámpara con el aceite de la caridad. El Señor la encontró vigilante y la llamó al banquete de bodas. Mujer virtuosa porque comiendo el Pan Eucarístico se fortaleció en la Fe, se afianzó en la Esperanza y progresaba en la Caridad

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