ENCENDER LA TERCERA VELA
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
La liturgia del tercer domingo de Adviento subraya de modo particular la alegría por la llegada de la época mesiánica. Se trata de una cordial y sentida invitación para que nadie desespere de su situación, por difícil que ésta sea, dado que la salvación se ha hecho presente en Cristo Jesús. El profeta Isaías, en un bello poema, nos ofrece la bíblica imagen del desierto que florece y del pueblo que canta y salta de júbilo al contemplar la Gloria del Señor. Esta alegría se comunica especialmente al que padece tribulación y está a punto de abandonarse a la desesperanza. El salmo 145 canta la fidelidad del Señor a sus promesas y su cuidado por todos aquellos que sufren. Santiago, constatando que la llegada del Señor está ya muy cerca, invita a todos a tener paciencia: así como el labrador espera la lluvia, el alma espera al Señor que no tardará. El Evangelio, finalmente, pone de relieve la paciencia de Juan el Bautista quien en las oscuridades de la prisión es invitado por Jesús a permanecer fiel a su misión hasta el fin.
Del Libro de Isaías. Is 61, 1-2. 10-11
El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón de los cautivos y la libertad a los prisioneros, a pregonar el año de gracia del Señor. Me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios. Porque él me vistió con las vestiduras de la salvación y me cubrió con un manto de justicia, como el novio que se pone la corona, como la novia que se adorna con sus joyas. Así como la tierra hecha sus brotes y el jardín hace germinar lo sembrado en el, así el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.
Palabra de Dios
De la Primera Carta del Apóstol San Pablo Tesalonicenses. Tes 1. 5, 16-24
Hermanos: vivan siempre alegres, oren sin cesar. Den gracias en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No impidan la acción del Espíritu Santo; no desprecien el don de profecías; pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno. Absténganse de toda clase de mal. Que el Dios de la paz los santifique a ustedes, en todo y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo se concibe irreprochable hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los ha llamado es fiel, y cumplirá sus promesas
Palabra de Dios.
Evangelio según San Juan. Jn 1, 6-8. 19-28
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz.
Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a sacerdotes y levitas, para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. Él reconoció y no negó quien era, el lo afirmo: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron “¿Quién eres, pues?”, “¿Eres Elías?”. El respondió: “No lo soy”. “¿Eres el Profeta?”. Respondió “no”, Le dijeron: “entonces dinos ¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos enviaron? ¿Qué dices de ti mismo?”. Juan les contesto: “Yo soy la voz que grita en el desierto: enderecen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”.
Los enviados que pertenecían ala secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿Por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”. Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”.
Esto sucedió en Betania, la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor.
Para reflexionar.
Un tiempo nuevo se anuncia a los pobres, a los que esperan un cambio salvador. Dios quiere hacer realidad su Reino, que es gozo y vida. Muchos entristecidos esperan todavía. Consagrados por el bautismo para esta misión, anunciemos la Buena Noticia.
La carta señala un tiempo: “hasta que Jesús vuelva”. Hacia allí tiende nuestra vida y toda la historia. Ese es el momento que anhelamos, el día que Cristo vuelva y se manifieste plenamente. Mientras ese tiempo llega, el Espíritu Santo nos anima. Como dice San Pablo, “no extingamos el Espíritu”, porque sólo él puede hacernos permanecer activos en la espera.
El testimonio de Juan no pasaba inadvertido y levantaba cuestionamientos. Por eso tantas preguntas. ¿Quién eres? ¿Eres Elías? ¿Eres el profeta? ¿Qué dices de ti mismo? Nosotros hoy, profetas por el bautismo, estamos llamados a dar testimonio. En este tiempo cercano a la Navidad, ¿qué transmite mi vida? ¿Qué gestos y qué palabras mías pueden llevar a otros a preguntarse y plantearse el paso de Dios por su vida?
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