lunes, 16 de julio de 2012

Nuestra Señora del Monte Carmelo


HISTORIA
En las palabras de Benedicto XVI, 15, VII, 06:
"El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías y su discípulo Eliseo, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein).
Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios.
Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó feliz mente a la santa montaña» y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor.

EL ESCAPULARIO CARMELITA
El escapulario es un sacramental
Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.
El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos disponen al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.
Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.
Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. El escapulario es uno de los más importantes sacramentales marianos.
Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
El color marrón representa el monte Carmelo, la cruz en la época de la reforma, representa el misterio pascual de Jesucristo. En el centro se encuentra una estrella que representa a la virgen María y otras dos a los costados que representan a Elías y Eliseo en la parte superior se encuentran 12 estrellas que simbolizan los doce favores que la virgen concedió a la orden.

La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.
En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:
"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"
Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida más comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.
La Santísima Virgen se apareció al Papa Juan XXII en el siglo XIV y le prometió para quienes cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, (...) sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza".

El escapulario tiene 3 significados

1.   El amor y la protección maternal de María:
El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.
Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.

Vemos en la Biblia:
·         Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)
·         Jonatán le dio su manto a David: símbolo de amistad
·         Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.
·         S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.

2.   Pertenencia a María:
Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.
Consagración: 'pertenecer a María' es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.
·         En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos"
En las palabras del Papa vemos mas vez mas devoción a la Virgen del Carmen es devoción a la Inmaculada.
Quien lleve el escapulario debe estar consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras.
3.   El suave yugo de Cristo:
 "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)
-El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.
Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.


El Privilegio Sabatino: (sábado)
 Este privilegio es una promesa de la Virgen que consiste en la liberación del purgatorio el primer sábado (día que la Iglesia ha dedicado a la Virgen) después de la muerte por medio de una intercesión especial de la Virgen
Se originó en una bula o edicto que fue proclamado por el Papa Juan XXII en marzo 3, 1322 como resultado de una aparición que tuvo de la Virgen en la que prometió para aquellos que cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia, con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza".


Condiciones para que se aplique este privilegio.

1)     Usar el escapulario con fidelidad.
2)     Observar castidad de acuerdo al estado de vida.
3)     Rezo del oficio de la Virgen (oraciones y lecturas en honor a la Virgen) o rezar diariamente 5 décadas del rosario.
El Papa Pablo V confirmó en una proclamación oficial que se podía enseñar acerca del privilegio sabatino a todos los creyentes.

martes, 3 de julio de 2012

Santo Tomás Apóstol


Santo Tomás era judío, y probablemente galileo humilde pescador de oficio. Tuvo la felicidad de seguir a Cristo que lo hizo apóstol en el año 31.
Tomás es conocido entre los demás apóstoles por su incredulidad, que se desvaneció en presencia de Cristo resucitado; él proclamó la fe pascual de la Iglesia con estas palabras: «¡Señor mío y Dios mío!» Nada sabemos con certeza acerca de su vida, aparte de los indicios que nos suministra el Evangelio. Se dice que evangelizó la India.
No podemos olvidar que el respondió a favor de Jesús, dispuesto a ir a Jerusalén a pesar de saber que los Fariseos planeaban su muerte. Santo Tomás dijo: "Vamos también nosotros para morir con él". Así de ardiente era el amor de este discípulo por su maestro, aún antes del descenso del Espíritu Santo.
Siendo uno de los doce Apóstoles escogidos por Jesús (cf. Mt 3,10) es recordado por muchos porque no aceptó el testimonio de sus compañeros sobre la visita que recibieron de Jesús resucitado.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» (Juan 20,24)
Tomás, como muchos hoy, pensó que lo que decían era producto de histeria.  Ellos habían caído, pensaba, en creer a las mujeres. Y cuanto mas ellos insistían, más el lo negaba, haciéndose ver como el mas "equilibrado" y "sensato" entre ellos.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»  Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» (Juan 20,26-27)
La respuesta de Juan es una poderosa profesión de fe en la divinidad, la cual repetimos antes de comulgar:
Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» (Juan 20,28)
Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» (Juan 20,29)
Debemos reconocer que, como Sto. Tomás, todos hemos pecado. Nos cuesta aceptar que Jesús es Dios que ha venido a la tierra. Pero Tomás se humilló y reconoció al Señor.  Mas tarde dio su vida muriendo mártir por El.   Por eso es tan buen ejemplo para nosotros.
Ya durante la vida terrena de Jesús, Sto. Tomás había dado ejemplo a los otros, haciéndose disponible y dándoles ánimos en momentos difíciles:
Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.» Juan 11:16
Recordamos también que fue una pregunta de Sto. Tomás la que dio lugar a que Jesús se revelase como Camino, Verdad y Vida:
Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. (Juan 14,5-6)
Después de la venida del Espíritu Santo, San Tomás comisionó a Tadeo para que bautizara e instruyese a Abgar, rey de Edessa. Según Eusebio este rey escribió a Jesús invitándolo a visitar su reino y ser curado de una enfermedad que le afligía. Cristo en respuesta le dijo que debía cumplir con la tarea para la que fue enviado y después regresar a Aquel que lo había enviado , pero que después de su ascensión el enviaría a uno de sus discípulos a sanarlo y dar vida a el y su familia. Esta promesa de nuestro Señor fue cumplida por Santo Tomás, quien envió a Tadeo, no solamente a sanar a este rey sino también para plantar la semilla de la fe en esta nación.
Se sabe que en su labor apostólica, Santo Tomás, predicó en Persia y sus alrededores, se menciona también India y Etiopía.
Se cree que Santo Tomás sufrió el martirio en la costa de Coromandel, India, donde su cuerpo fue descubierto, con ciertas marcas de que fue muerto con lanzas y ese tipo de muerte es tradición en los países del Este. Se sabe que su cuerpo fue trasladado a Edessa, donde fue enterrado en los grandes sepulcros donde también se hallaban San Pedro, San Pablo y San Juan.
Los apóstoles eran malos y condenado a los ojos del mundo, ninguno recomendable por su nacimiento, riqueza, amigos o habilidades. Y aunque estaban completamente destituídos de cualquier virtud por la que los hombres pagan altos precios, fueron escogidos por Cristo, hechos sus amigos, alcanzando la plenitud con sus gracias y santa caridad, y exaltados en su dignidad espiritual de príncipes de su reino y jueces de este mundo.

viernes, 29 de junio de 2012

San Pedro y Pablo Apóstoles



Festejamos el martirio de dos Apóstoles

La solemnidad conjunta de San Pedro y San Pablo es la conmemoración del martirio en Roma de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso, que se celebra el 29 de junio. La fecha bien puede ser el aniversario de sus muertes, por el traslado de sus reliquias. Los católicos celebramos esta fiesta con toda solemnidad. En las últimas décadas, esta celebración ha sido de vital importancia para el moderno movimiento ecuménico, como una ocasión idónea en la que el Papa y el Patriarca de Constantinopla han oficiado servicios eclesiásticos encaminados a que sus iglesias se acerquen a la intercomunión, como una participación en lo común.

Estos mártires dieron testimonio de lo que habían visto


De los sermones de San Agustín, obispo

El 29 de junio, para nosotros los católicos, es un día sagrado, porque en él celebramos el martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos, ciertamente, a unos mártires desconocidos. Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto con un desinterés absoluto; dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.

San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó a oír de él estas palabras: “Ahora te digo yo: Tú eres Pedro”. Él había dicho antes: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Cristo le replicó: “Ahora te digo yo:

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.





jueves, 21 de junio de 2012

San Luis Gonzaga

Patron de los Jóvenes



San Luis Gonzaga nació en Castiglione, Italia, en 1568.

Hijo del marqués de Gonzaga; de pequeño aprendió las artes militares y el más exquisito trato social. Siendo niño sin saber lo que decía, empezó a repetir palabras groseras que les había oído a los militares, hasta que su maestro lo corrigió. También un día por imprudencia juvenil hizo estallar un cañón con grave peligro de varios soldados. De estos dos pecados lloró y se arrepintió toda la vida.


La primera comunión se la dio San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán.


San Luis estuvo como edecán en palacios de altos gobernantes, pero nunca fijó sus ojos en el rostro de las mujeres. Y así se libró de muchas tentaciones.

Su director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino, el cual le aconsejó tres medios para llegar a ser santo: 1º. Frecuente confesión y comunión. 2º. Mucha devoción a la Sma. Virgen. 3ro. Leer vidas de Santos.

Ante una imagen de la Sma. Virgen en Florencia hizo juramento de permanecer siempre puro. Eso se llama "Voto de castidad".

Cuando iba a hacer o decir algo importante se preguntaba: "¿De qué sirve esto para la eternidad?" y si no le servía para la eternidad, ni lo hacía ni lo decía.

Una vez arrodillado ante la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, le pareció que la Sma. Virgen le decía: "¡Debes entrar en la Compañía de mi Hijo!". Con esto entendió que su vocación era entrar en la Comunidad Compañía de Jesús, o sea hacerse jesuita.

Le pidió permiso al papá para hacerse religioso, pero él no lo dejó. Y lo llevó a grandes fiestas y a palacios y juegos para que se le olvidara su deseo de ser sacerdote. Después de varios meses le preguntó: "¿Todavía sigue deseando ser sacerdote?", y el joven le respondió: "En eso pienso noche y día". Entonces el papá le permitió entrar de jesuita. (En un desfile de orgullosos jinetes en caballos elegantes, Luis desfiló montado en un burro y mirando hacia atrás. Lo silbaron pero con eso dominó su orgullo).

En 1581 el joven Luis Gonzaga, que era seminarista y se preparaba para ser sacerdote, se dedicó a cuidar a los enfermos de la peste de tifo negro. Se encontró en la calle a un enfermo gravísimo. Se lo echó al hombro y lo llevó al hospital para que lo atendieran. Pero se le contagió el tifo y Luis murió el 21 de junio de 1591, a la edad de sólo 23 años. Murió mirando el crucifijo y diciendo "Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor".

La mamá logró asistir en 1621 a la beatificación de su hijo.

San Luis Gonzaga tuvo que hacer muchos sacrificios para poder mantenerse siempre puro, y por eso la Santa Iglesia Católica lo ha nombrado Patrono de los Jóvenes que quieren conservar la santa pureza. El repetía la frase de San Pablo: "Domino mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que enseñando a otros a salvarse, me condene yo mismo".

Sufría mucho de mal de riñones y esta enfermedad lo obligaba a quedarse días enteros quieto en su cama. Pero esta quietud le trajo un gran bien: le permitió dedicarse a leer las Vidas de Santos, y esto lo animó muchísimo a volverse mejor. (A veces sentía remordimiento porque le parecía que deseaba demasiado irse al cielo). Su confesor San Roberto, que lo acompañó en la hora de la muerte, dice que Luis Gonzaga murió sin haber cometido ni un sólo pecado mortal en su vida.

Apenas el hijo se hizo religioso su padre empezó a volverse mucho más piadoso de lo que era antes y murió después santamente. Luis renunció a todas las grandes herencias que le correspondían con tal de poder hacerse religioso y santo.

Santa Magdalena de Pazzi vio en un éxtasis o visión a San Luis en el cielo, y decía: "Yo nunca me había imaginado que Luis Gonzaga tuviera un grado tan alto de gloria en el paraíso".

Un oficio muy importante que hizo San Luis durante su vida fue ir de ciudad en ciudad poniendo la paz entre familias que estaban peleadas. Cuando él era enviado a poner paz entre los enemistados, estos ante su gran santidad, aceptaban hacer las paces y no pelear más. El era extraordinariamente amable y bien educado.
Después de muerto se apareció a un jesuita enfermo, y lo curó y le recomendó que no se cansara nunca de propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

San Luis fue avisado en sueños que moriría el viernes de la semana siguiente al Corpus, y en ese día murió. Ese viernes es la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

martes, 19 de junio de 2012

Santa Juliana Falconieri



Respecto a Santa Juliana decir que sobre su vida tenemos poca referencia, destacar de ella no solo que vivió o convivió con los inicios de nuestra orden, sino que con el correr del tiempo fue reconocido como “fundador de la rama femenina de la orden”.

Fray Pablo Attavanti (s. XV), recogió las tradiciones orales acerca de la vida de la Santa Florentina. En ellos se narra que Juliana, siendo una joven de quince años, oyó a San Alejo que predicaba sobre el juicio final, y se inflamó de tal manera en el deseo de los bienes celestiales, que se entregó de lleno a la contemplación y al seguimiento de Cristo.

Así pues, comenzó a frecuentar la incipiente familia de los Siervos y quedó tan hondamente admirada de su estilo de vida evangélico, que no dejó de implorara a la Reina del cielo y a sus padres hasta que logró vestir el hábito de los Siervos. En compañía de otras jóvenes y piadosas mujeres que, incitadas por el mismo ideal de penitencia y caridad, buscaban una vida de mayor perfección, acudía habitualmente a la Iglesia de los Siervos de Cafaggio, la futura basílica de la Anunciación, que se levantaba junto a las puertas de la ciudad; allí participaba en los divinos oficios, cantaba las alabanzas de la Virgen María y servía a todos los hermanos, especialmente a los pobres. Juliana fue un excelente modelo para sus compañeras que deseaban seguir más cerca a Cristo, bajo la protección de la Virgen, por lo cual llegó a ser considerada como “iniciadora de las monjas y hermanas Siervas de María”, como leemos en el mencionado Cuaresmario.

Dio pruebas de ser fiel discípula de Jesús y de la Virgen, consiguiendo la victoria en su lucha contra el mundo, el demonio y la carne y, aunque era una delicada doncella, la firmeza de su virtud resplandeció ante la mirada de todos. Su santidad se hizo patente a través de signos prodigiosos, especialmente en la hora de su muerte. En efecto, cuando Juliana yacía extenuada a causa de los cilicios, vigilias, oraciones y ayunos, su estómago no podía retener alimento alguno; ella, en la imposibilidad de recibir el Viático, pese a que lo deseaba ardientemente, pidió con insistencia que le pusieran sobre el pecho el Santísimo Sacramento.

Juliana obtuvo la dicha de ese consuelo, y luego expiró dulcemente. Según una piadosa tradición, la hostia consagrada desapareció de su pecho, como si hubiese penetrado milagrosamente en el cuerpo de Juliana. Sus restos reposan en la Basílica de la Anunciación de Florencia. Fue canonizada por el Papa Clemente XII, en el año 1737.

Su principal carisma aparte de su piedad mariana era su amor a la Eucaristía, ella por su fe fue enriquecida del generoso fruto de María, Cristo, Santa Juliana cual virgen sensata preparo su lámpara con el aceite de la caridad. El Señor la encontró vigilante y la llamó al banquete de bodas. Mujer virtuosa porque comiendo el Pan Eucarístico se fortaleció en la Fe, se afianzó en la Esperanza y progresaba en la Caridad

lunes, 18 de junio de 2012

Cecilia Eusepi (segunda parte)

Como santa Teresita

El diario se detiene bastante en los años de la infancia, Cecilia usa un estilo repleto de imágenes y comparaciones tiernas e infantiles, que se desenvuelven en una narración conmovida y rica de detalles. Cecilia tiene un recuerdo extraordinario de los objetos y emociones vividas desde sus primeros años y junto a la percepción de ser frágil aparece clara en ella desde el principio la percepción de ser amada de manera particular, sin ningún mérito personal. 
A veces nos hacen sonreír sus expresiones dialectales e ingenuas, que contrastan aparentemente con la sabiduría que caracteriza sus reflexiones. Quien lea esta narración tal vez se asombre por el modo infantil y confidencial que tiene Cecilia de hablar de su vínculo de pertenencia a Jesús: «Sí, amo tanto a Jesús… pero ¿dónde están las obras? ¿Las obras que demuestren este amor? No las tengo… padre, pero no me asusto, volaré hacia Él con las alas de mis grandes deseos, o, mejor, trataré de ser una niña pequeña, para estar siempre en Sus brazos, ¿qué obras se pueden pretender de los niños? Éstos para demostrar su cariño usan solo caricias y besos, no ofrecen nada más que pequeñas y humildes flores de campo, pudiendo tener cuantas quieran». Toda la sabiduría de Cecilia reside en este ser niño, abandonado a la gracia de Dios. Igual que santa Teresita del Niño Jesús. 
Ella misma lo dice: «Llegaré a Jesús por un pequeño sendero, breve, muy breve, que me ha trazado Teresita del Niño Jesús». La lectura de la Historia de un alma fue lo que despertó en Cecilia, siendo aún niña, su deseo de abrazar la vida religiosa. «Desde pequeña me preocupaba por los trabajos de los misioneros. Los buenos padres hablaban de tierras lejanas, de conversiones y bautismos. Las aspiraciones más grandes colmaban mi corazón, yo también esperaba ir lejos donde nadie me conociera para hacer que conocieran y amaran a Jesús igual que lo amaba yo, deseaba la salvación de las almas de los pobres infieles; sellaría mi fe con la sangre.
La «pequeña nada» de Jesús

El 23 de octubre de 1926, con su regreso a Nepi, comienza para Cecilia el último breve y doloroso camino de su vida, marcado por la manifestación y agudizamiento progresivo de la tuberculosis. Periodo que es aún más doloroso por la soledad de lo que ella llamará «el exilio en La Massa». Un exilio que le hace sufrir porque era consciente de que no tomaría los votos, por la lejanía de Nepi y las calumnias de los propietarios de la finca. Su único consuelo, la devoción filial a la Virgen Dolorosa, que ella llama su «corazón», y a la Eucaristía, su «tesoro», que el padre Roschini dos veces a la semana, con cualquier condición de tiempo, le lleva puntualmente. Rompen, sin embargo, este exilio las frecuentes visitas de los campesinos, de los compañeros de la Acción católica y de los jóvenes del seminario acompañados por los padres, que no pocas veces le piden a esta muchachita enferma y poco instruida consejos para sus homilías. 

En estos últimos años Cecilia tendrá una conciencia lucidísima del “caminito”: «Humildad, abandono, amor». «Abandono», escribe, «¡qué preciosa es esta virtud! ¡Oh, si todos te comprendieran, la tierra se transformaría en antecámara del Paraíso! Nos hace descansar tranquilamente sobre las rodillas de Jesús, nos hace dormir posando nuestra cabeza en el corazón de Él, nos hace vivir felices, porque abandonados a este amigo estamos seguros de nuestro destino. Como el niño que debe atravesar de noche un bosque tupido con su madre, y se agarra a las faldas de ésta seguro de que su madre lo llevará a buen puerto, así es el alma que se abandona a Jesús». 

Hasta el final le acompañará esta sencillez y alegría, murió cantando las oraciones a María que había aprendido de pequeña. Era el 1 de octubre de 1928. También esta fecha parece una coincidencia. Teresa había fallecido el día antes, el 30 de septiembre de 1897. Y en 1927, año en que Pío XI la proclamó patrona de las misiones, el 1 de octubre Teresa se le apareció en sueños a Cecilia, como queda documentado en el diario, anunciándole la muerte justamente en ese día.

«Cuando murió», recuerda un anciano labrador que la conoció, «algunos decían: “Ha muerto una santa”, pero otros decían que era sólo buena, una buena chica que había sufrido y criticaban a los primeros como si tuvieran que hacer santos a la fuerza. Pero su funeral fue una fiesta, fue como ir a una boda. Los Siervos de María dieron en su honor una comida y aquel mismo día les llegó, de benefactores lejanos, una consistente cantidad de dinero que sirvió para resolver las estrecheces económicas del seminario. Justamente como Cecilia había dicho y deseado». Cecilia hubiera querido reposar para siempre en la iglesia de San Tolomeo, al pie del altar de la Dolorosa, allí donde estaba su “corazón”. 

También este deseo se cumplió. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando por temor de los bombardeos los frailes decidieron trasladar sus restos mortales dentro de la iglesia, se abrió el ataúd y los presentes vieron con sorpresa que el cuerpo estaba intacto (igual que está hoy) «y tan suave era la piel», recuerda el padre Pietro, párroco actual de San Tolomeo, «que parecía que estaba durmiendo… Al vestirla nos dimos cuenta de que en la espalda tenía una amplia herida que dejaba ver las entrañas, fue doble nuestra sorpresa cuando notamos que no había ninguna señal de la devastación producida por la tuberculosis». 


«Todo consiste», había escrito Cecilia al principio de la Historia de un payaso, «en reconocer la propia nada… Estoy segura de que si Jesús hubiese hecho a otra alma las mismas gracias que me ha hecho a mí, la aureola de santidad no hubiera tardado en ceñir esta cabeza, pero Jesús, al que le gusta bromear con sus criaturas, se complace en colmar de gracias a las que nadie se espera, que quizás no son dignas, que ve más miserables, para hacer resplandecer mayormente su misericordia, complaciéndose en su confusión y su asombro».

«… Como un payaso medio bobo e inútil». 
Esta es sólo la historia de una muchacha. La historia de una breve vida, que pocos han conocido. No era un genio, no ha dejado ninguna obra. Nada sensacional ni especial. Salvo que para Alguien fue, en cambio, muy preciosa. Hasta ella misma se maravillaba: «A veces asombrada me pregunto, qué atractivo puede haber hallado en mí Jesús que lo atrae hacia mi nada, que me colma con sus cuidados más afectuosos. Mi debilidad extrema, esta es la única respuesta posible».
stefania Falasca 

domingo, 17 de junio de 2012

Cecilia Eusepi (primera parte)



 Orden Seglar Siervos de María
primera beata seglar
beatificación 17 de junio 2012




Nepi es una antigua ciudad de la Tuscia a cuarenta kilómetros de Roma. Una de las tantas soñolientas ciudades de provincia que antaño pertenecían a la Italia campesina. 

En este ambiente fue a vivir Cecilia, que venía de Monte Romano, el pueblo vecino donde había nacido el 17 de febrero de 1910, la última de once hermanos. Con su madre viuda y el tío materno se estableció a tres kilómetros de la ciudad, en el caserío “La massa”, propiedad de los duques Lante della Rovere, donde su tío trabajaba como granjero. 

Muy vivaz y sensible, Cecilia crece rodeada de un cariño particular, sobre todo por parte de su tío, a cuyos cuidados se la había confiado su padre antes de morir. A los seis años, igual que tantas niñas del pueblo, la mandaron a la escuela en el internado para huérfanas de guerra del monasterio cisterciense de Nepi. Por su destacada sensibilidad y rapidez en aprender todo lo que se le enseñaba, las monjas no escondían su esperanza de verla un día en el claustro. Pero no era la vida monástica lo que atraía a Cecilia. 

A cien metros del convento se hallaba la parroquia de San Tolomeo, regida por los Siervos de María, y al lado el seminario, entonces lleno de aspirantes a sacerdotes para las misiones. En torno a la parroquia de San Tolomeo giraba toda la vida juvenil de la ciudad. Cecilia, una vez terminada la escuela primaria, pasaba aquí su tiempo, y es en este contexto donde madura tempranamente y con sorprendente claridad su vocación. 

Tanto es así que a la edad de doce años, con otras compañeras mayores, pide entrar como terciaria en la orden de los Siervos de María y el año siguiente, a pesar de su joven edad y los intentos de hacerle cambiar de opinión por parte de sus familiares, el obispo le da la dispensa para entrar como postulante en las Mantellate Siervas de María. Irá a estudiar a Roma, Pistoia, y luego a Zara. Pero su aspiración de ir a las misiones no se cumplirá. En octubre del 26, debido a la enfermedad que dos años después la llevará a la muerte, regresa a Nepi.

Esta es toda su breve vida. Y de todas sus circunstancias habla Cecilia misma en su narración autobiográfica Historia de un payaso. Título humorístico, emblemático de la consideración que tenía de sí misma: «Un payasín», nada más. Escribe para obedecer al padre Gabriele Roschini, su confesor, a quien se lo entrega en junio del 27 en un viejo cuaderno de escuela. «Padre, perdóneme si soy tan desordenada… perdone el título», le dice riendo, «pero no he encontrado otro mejor para mi historia». 
La petición de escribir un diario nace del cardenal Alessio Lepicier, de la orden de los Siervos de María, que durante sus visitas a Nepi había tenido ocasión de conocer a esta hermosa muchachita de mirada clara. Lo refiere el padre Roschini en el proceso: «Un día Su Eminencia me recibió en audiencia y le informé que Cecilia había regresado a Nepi debido a la enfermedad, y Su Eminencia me dijo: “Esa muchacha es un signo de la gracia de Dios. Es un alma elegida. Padre, haría usted bien si le pidiese a la joven que escriba un diario. Estoy seguro de que nos será de provecho”». 
La historia sencilla de «un payaso» comienza precisamente con la intención de obedecer a la voluntad de los superiores, a pesar de que le costara fatiga, por los sufrimientos que le provocaba la enfermedad: «…De buena gana me preparo a este trabajo, sabiendo que es grato a Jesús, ante todo obedeciendo, luego manifestando Su misericordia infinita hacia mí, pequeña y debilísima florecilla». 



La causa de beatificación se presento poco despues de su muerte ocurrida en 1928

1 de junio de 1987 Juan Pablo II la declara venerable

El 1 de julio del 2010 el papa Benedicto XVI autorizó el decreto en base a un milagro atribuido por la intersección de la venerable sierva de Dios Cecilia Eusepi

Sera beatificada el 17 de junio del 2012